12 diciembre 2019

Mi vida con el fantasma

"Insane". Delia Govantes Romero
Estoy viviendo con un fantasma,
Su existencia prendida a la mía
como la piel a la carne
como la carne al hueso
tan distintos e inseparables.
Estoy viviendo con un fantasma.
A veces le hablo y parece que me escucha
pero su boca está cuajada de silencios,
de hojas muertas, de insectos,
de inviernos pretéritos que crepitan
como eco de mis palabras.
Estoy viviendo sola con un fantasma.
A veces me muevo y parece que me ve,
pero sus ojos están cubiertos de rocío,
de fragmentos de cristal,
de noches sin luna, entregadas
a un olvido ciego y sin nombre.
Y me observo
mil veces perdida en los reflejos
de los espejos que tapamos.
Estoy viviendo con un fantasma
Deambula por la casa con ropajes oscuros,
su rostro es pálido, su caminar liviano
sin sonido y sin huellas
como si no tuviera peso en este mundo.
A veces en las noches se tumba a mi lado
Boca arriba, las manos cruzadas sobre el pecho,
sin tocarme.
Yo me acurruco y duermo sola junto a mi fantasma.
Ayer le pregunté
"¿qué harías si volvieras a la vida?"
Y aproximé mi oído a su boca para escuchar
“Correría, saltaría por los campos,
volvería a cantar”
“¿Y yo que haría entonces?”, le dije
“Podrías saltar y correr a mi lado” alcance a entender.
No se puede esperar otra cosa de un fantasma.
A veces, cuando me acuesto, su cuerpo yace junto al mío.
No se mueve, pero siento su presencia
y entonces el sueño, compasivo, me recoge.
Pero luego me despierto y lo oigo
caminando por la casa quedamente.
No lleva cadenas, ni ulula, ni asusta demasiado.
Tan solo
lo escucho suspirar por las estancias,
se queja en voz bajita,
sobresalta a los gatos.
He acabado por acostumbrarme.
Y así pasan las noches, una tras otra
desde antes de que empezara el tiempo.
En las mañanas, cuando me levanto, salgo a la luz,
dejo que el sol me caliente,
y puedo sentir mi sangre
galopando al trote por mi cuerpo,
golpeando mi alma como un tambor
que me despierta de un sueño muy antiguo.
Y me dan ganas de correr hasta el valle,
gritarle al viento que sigo viva.
Me dan ganas de bailar,
de tomar una copa de vino o reír a carcajadas.
Pero hay algo tan fuerte como la gravedad
Ineludible
como el peso de una piedra sobre el suelo
que me lleva de vuelta a la casa,
a la estancia oscura,
al silencio y la quietud,
al frío del invierno.
Y vuelvo por comprobar si hoy hemos resucitado
Por saber si hoy beberemos el vino y gritaremos al viento
Por saber si hoy saltaremos por el campo y cantaremos
Y bailaremos como locos al sol del mediodía.
Por saber si hoy por fin
el hechizo ha terminado.

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