18 mayo 2017

Meditación

Contemplar el paisaje

Contemplarlo sin tregua, sin tiempo, sin mañana
Contemplarlo hasta que se te deshagan los ojos de mirar
Hasta que no quede nada entre tú y el paisaje.

Contemplar el paisaje

Contemplarlo desde los abismos, desde lo profundo 
Contemplarlo sin concesiones, radicalmente 
Desde la totalidad que te habita, desde tu nada.

Contemplar el paisaje

Hasta que la luz atraviese tu carne transparente 
Hasta que el viento pueda soplar la flauta de tus huesos 
Hasta que todo lo que creíste ser se vuelva polvo en el aire.

Contemplar el paisaje

Contemplarlo hasta que el paisaje te contemple a ti
Contemplarte desde el paisaje 
Hasta que tu forma se extinga y tu alma grite y cante de gozo.


Contemplar el paisaje


Hasta ser 
Sólo el paisaje
Todo el paisaje.



Rendición


Un día miras tus botas y las ves tan viejas, tan rotas que sientes que ya no puedes avanzar ni un paso más. Demasiado tiempo sosteniendo la alegría como una bandera, como un camino, como una fe. 

Empujando la vida que se empeña (eso crees) en detenerte. Y te rindes. Sin más. Te entregas a lo que ES, sea lo que sea eso. Y a lo que ES le llamas tristeza, por ejemplo, mucha tristeza desatendida, un océano profundo de lágrimas. 


Y sí, te entregas. Renuncias a toda lucha y agotas el sentir hasta más allá de lo que creías posible, hasta el fondo, hasta la extenuación. 

Y de pronto sientes que en esa profundidad hay algo más, también hay paz allí. Hay una paz inesperada, antigua, acogedora y eterna. Una Paz que es como volver a casa, que sabe a hogar. 

Vuelves a echar un vistazo a tu alrededor, desde esa rendición, desde esa paz, y es entonces cuando de verdad Ves. 

Ves la vida brotando por todas partes, la vida fluyendo sin necesidad de ser empujada. Y te das cuenta de que la alegría, la tristeza, el amor o el mero hecho de existir no requiere esfuerzo. 

Entiendes lo que es la Rendición, ese extraordinario momento en que sabes, sin lugar a dudas, que lo que ES es tan perfecto que no necesita ser modificado.

Que tan sólo se trata de bajar los brazos, respirar profundo y Ver, Sentir, Estar, Ser. 

Y es entonces cuando ERES con TODO y la Vida te atraviesa.


15 mayo 2017

Estoy

Estoy en todo lo que Es,

entregada a la vida sin condiciones.


Miro alrededor y soy

cada sol
cada nube
cada acto de amor
cada sonrisa y cada duda.
La extinción y el nacimiento
un mismo acto sagrado, 
ceremonia incesante de transformación.

Y soy
en el verbo vivo que nombra las cosas
y las cosas existen.

Cierro los ojos y empiezo todo de nuevo.

Digo árbol
y el árbol es
cielo
y el cielo es
música
y la música es.
Mano, rosa, sangre,
pelo, suspiro, canto, brisa, sed,
saliva, pájaro, ruido,
corazón
moneda
tiza
lluvia
amor
amor
Amor.

Abro los ojos y ahí está
Todo lo nombrado.
Ahí estoy, en todo lo nombrado.



14 mayo 2017

Cartografía

Podemos darnos cita

en ese lugar entre tu amor y el mío
donde el tiempo pasa de puntillas 
por no molestarnos
y la vida es generosa y vibrante,
abundante y tierna.
Ese lugar
donde nos vamos descubriendo sin prisa,
sin pausa y sin medida.
Inagotablemente.
Podemos citarnos
para hacer un viaje sin equipaje,
mirar el mapa de nuestras cicatrices,
los accidentes geográficos
surgidos en la prehistoria de nuestro yo,
y agradecer que nos hayan traído hasta aquí
sin permitir que definan nuestro destino
Nunca más.
Podemos citarnos
para volver a mirar el mundo
Ahora.
Volver a mirar el mundo
Por primera vez.
Crear una nueva cartografía,
abierta, viva y feliz,
de ese lugar entre tu amor y el mío
y de todo el universo infinito que lo abraza.



10 mayo 2017

04 mayo 2017

Contingencias

El autor la contempla cuidadosamente. El sombrero, la huella del carmín en las esquinas de su boca. Le parece que sueña ante su café. Absorta, ajena a la soledad de la silla vacía ante ella, ensimismada. Pronto amanecerá suavemente en Lisboa y ella rememora el encuentro con su amante antes de sumergirse en el trasiego que la llevará de vuelta a una vida quizás gris, quizás agitada,quizás monótona. Pero antes se concede una pausa morosa. Un espacio sólo para sí donde ni siquiera cabe él, pues no es él sino su recuerdo el que le regala ese estado somnoliento, esa delicada y dulce complacencia.

El autor la mira de nuevo, pero ahora le parece cansada y un poco triste. Acaba de salir de su turno de trabajo y se ha dado un poco de tiempo antes de calzarse sus pies cansados y caminar hasta su pequeño apartamento vacío. Es tarde en Boston y la noche está fría y llueve. Pero allí, por un momento, se siente protegida y abrigada. Y querría entrecerrar los ojos y prolongar ese momento indefinidamente, hacerlo durar, permanecer siempre así, tan próxima al sueño, pero a la vez real y concreta en esa cafetería de luces cálidas. Allí tranquila, como en un barco en medio de la noche. Y fuera la tormenta.


El autor ahora observa los detalles. Y percibe la coquetería y el cuidado tierno en cada detalle. Las Vegas debe relucir a través de la ventana como un río de infinitas luces de colores en medio del desierto. Si se acercara a los cristales lo vería. Pero ella no mira hacia fuera. Ella sueña su vida. Anticipa el encuentro y las palabras y los besos y los planes. Imagina una sucesión de momentos alegres y luminosos. Sueña. Y en su corazón el pastel de bodas es el mas dulce y las mañanas las mas soleadas. Sueña desayunos con café con leche y manos entrelazadas que no precisan de guantes para ser abrigadas. Y sueña también con niños rubios y sonrientes. Su enamorado se retrasa, pero ella no se impacienta. No tiene prisa.


El autor piensa ahora que esa expresión absorta tiene algo de expectación. Percibe una tensión escondida. La inquietud ligera que se percibe bajo la piel ante algo nuevo. Ella intenta que su respiración se haga lenta, pausada. Se promete a sí misma que si consigue calmar la respiración se calmará el mundo y no se sentirá así. Insegura, perdida, asustada. No se sentirá ridícula con el gorrito que se ha colocado ante el espejo, convencida ya de que no tiene el aspecto adecuado para el nuevo trabajo. Si consigue respirar despacio desaparecerá su miedo a que el jefe sea malo y los compañeros hostiles. Y respira y respira y respira. Y el mundo se para. Ella se para mientras Madrid se agita a su alrededor, preparándose para el nuevo día.


El autor contempla ahora la escena en su conjunto. La cafetería aseada y solitaria. El reguero de luces reflejadas en el cristal ciego, que no permite ver la noche detenida en el exterior. El radiador antiguo, el frutero incongruente que devuelve una extraña nota de color.


Ahora se instala bajo la piel de ellas y siente la frialdad del mármol de la mesa en la mano que mantienen desnuda y un calor suave en la que dejaron enguantada. Siente el sabor amargo del café al final cada lengua y el corazón latiendo como un gorrión en el centro del pecho de todas ellas. Y sabe que no va a ser posible decidirse por ninguna, pues las ama a todas por igual. Cada una le parece hermosa, valiosa, única. Y todas sus pequeñas historias merecen la pena ser contadas.


El autor, conmovido, comprende su fortuna, pues se le ha otorgado el raro privilegio de atravesar la torpe barrera del espacio y el tiempo. Comprende que desde donde está puede contemplar a todas las mujeres en cada una de esas mujeres. Cuatro vidas, o cuatro mil, o cuatro millones en un único instante de intimidad perfecta de una mujer consigo misma. Aquí y en todas partes. En este mismo momento.


Imágen: Automat 1927, Edward Hopper




01 mayo 2017

Tormenta

"Temporal". Delia Govantes, 2015

Acepto lo brutal
como parte del universo y sus símbolos

Incluso

la fragilidad del pajarillo
que se estrella contra el cristal
confundido por la lluvia.

Así el alma aletea confusa
Y luego retoma el vuelo.

No por ello el universo deja de ser
Perfecto
y este instante el extraordinario momento
que elige la luz para atravesar las sombras
y tocar
el lugar más recóndito y protegido
de la conciencia.

Estoy aquí, y en este estar
ya estoy en otra parte.

Le he hecho mi pedido a la lluvia
Le he hecho mi pedido al sol
que sale y se esconde
jugando entre las hojas.

Le he hecho mi pedido
al aliso, al fresno, y también
al tren que pasa silbando
mientras cae la tarde y ya
se acerca la tormenta.

El dolor no existe más
que como algo accidental
de la adolescencia del alma.

A veces es preciso sentir este desgarro
Esta vacuidad para comprender
que soy la misma y ya
Soy otra
haciendo mi pedido al universo
que se desliza líquido entre mis dedos abiertos
ahora que ya
no deseo apresar nada.

Tan sólo contemplar la belleza
y la confusión
y la certeza
y el sol y la tormenta
y la flor que agacha la cabeza
derrotada por la lluvia
Y el pájaro que golpea el cristal y luego
retoma el vuelo.

Todo eso soy yo
repartida por todas partes
unida a todo lo que existe
Intacta y completa en mí misma.

El sol ha salido pero aún
retumba la tormenta en la montaña
Su bramido detiene por un instante
el golpeteo monótono del pájaro carpintero.
Pero no puede con el río.

Ahora la tarde sigue fluyendo
Clara
diáfana y encendida
como si ninguna oscuridad
fuera posible.

Soy el corazón del pájaro
que vuela sobre el valle
Lato
y en mi latido sustento
el vuelo que me transporta.